lunes, 24 de septiembre de 2018


1-    El libro de los Seres Imaginarios, Jorge Luis Borges, Editorial Bruguera, S.A., Colección de
Literatura Universal Bruguera, Primera edición en Club: agosto, 1980, 211 páginas.

Un entretenido catálogo en el que Borges ha reunido, con su estilo característico, lleno de erudición y no exento de comentarios,  a los extraños entes que ha engendrado, a lo largo del tiempo y el espacio, la fantasía de los seres humanos. Es un libro que se lee con deleite y que se queda en algún rincón de la biblioteca como libro de consulta permanente. En él desfilan seres de la tradición de diversas culturas con otros de creación literaria, algunos ya conocidos en la mitología helénica y otros desconocidos pero no menos sorprendentes de las tradiciones árabes, judaicas, chinas, escandinavas, etc.: las arpías, el ave fénix, el basilisco, el caballo de mar, el cancerbero, el centauro, la hidra de Lerna, el grifo, el hipogrifo, la esfinge , Escila, los dragones, los elfos, las sirenas, las salamandras, el ave roc, la anfisbena, Bahamut, el Behemoth, la Banshee, la mandrágora, las ninfas, el minotauro, los trolls, el unicornio, el Simurg, el zorro chino, etc. De todos, quisiera destacar al Simurg, un pájaro inmortal que anida en las ramas del Árbol de la Ciencia. Farid al- Din Attar, poeta y místico musulmán persa, lo eleva a símbolo o imagen de la divinidad en el Mantiq al- Tayr (Coloquio de los pájaros). El argumento de esta alegoría es el siguiente: El remoto rey de los pájaros, el Simurg, deja caer en el centro de China una pluma espléndida, los pájaros resuelven buscarlo, hartos de su presente anarquía. Saben que el nombre de su rey quiere decir “treinta pájaros”; saben que su alcázar está en el Kaf, la montaña o cordillera circular que rodea la tierra. Al principio algunos pájaros se acobardan: el ruiseñor alega su amor por la rosa; el loro, la belleza que es la razón de que viva enjaulado; la perdiz no puede prescindir de las sierras, ni la garza de los pantanos, ni la lechuza de las ruinas. Acometen al fin la desesperada aventura; superan siete valles o mares; el nombre del penúltimo es Vértigo; el último se llama Aniquilación. Muchos peregrinos desertan; otros mueren en la travesía. Treinta, purificados por sus trabajos, pisan la montaña del Simurg. Lo  contemplan al fin: perciben que ellos son el Simurg, y que el Simurg es cada uno de ellos y todos ellos.

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