lunes, 24 de septiembre de 2018


1-   El extranjero, Albert Camus, francés, Editorial Centro Gráfico Limitada, octubre de 2002, 79 páginas.

Esta obra narrativa está inserta en el pensamiento filosófico de Camus, al que se ha denominado absurdismo o filosofía del absurdo. La historia está narrada en primera persona. El protagonista, Meursault, es joven que trabaja en una oficina, vive solo en la ciudad de Argel. Allí recibe un telegrama donde le anuncian el fallecimiento de su madre que estaba en un asilo cercano al pueblo de Marengo. Solicita el permiso correspondiente en su trabajo, viaja, asiste al velorio y luego al entierro de su madre en la más absoluta indiferencia. De hecho, la palabra indiferencia es una de las que más se repite a lo largo del texto. De regreso, asiste a uno baños que se encuentran en el puerto, se encuentra con María Cardona, una ex compañera de trabajo, con la que comienza una “relación amorosa”, exenta de compromiso, ilusión y pasión, solo basada en el deseo y la atracción física. Al mismo tiempo entabla una relación con un vecino del departamento, Raimundo, no necesariamente de amistad, aunque éste requería de Meursault que lo considerara su camarada, el protagonista expresaba que le daba lo mismo. Raimundo tenía fama de proxeneta, había golpeado a su actual novia por considerar que lo engañaba, pero esto al él no le interesa. Es así como lo ayuda a redactar una carta que es una trampa para que ella vuelva a sus brazos y luego castigarla. Después le sirve como testigo en el juicio por maltrato. Como agradecimiento lo invita a pasar un fin de semana con otro amigo en una casa que tiene en la playa. Asiste con su pareja, María. Al lugar los han seguido unos árabes, uno de ellos es el hermano de la mujer que Raimundo ha golpeado. En la playa hay una breve rencilla en donde éste recibe una herida producto de una cuchilla que portaba uno de los árabes. Recibe las curaciones necesarias, luego, con una pistola, vuele a la playa con la intención de vengar el agravio. Meursault lo acompaña. Se encuentran con dos  árabes cerca de unas rocas. Raimundo está a punto de disparar, pero el protagonista lo disuade, señalándole que si no hay provocación de por medio no debe hacerlo. Le sugiere que lo mejor es que lo tome de hombre a hombre y que le diera el revólver a él para disparar si intervenía el otro. Así lo hace, pero los árabes se retiran. Ellos deciden volver a la cabaña, pero cuando están llegando y hay que subir los escalones de madera, luego dar explicaciones a las mujeres, y fustigado por el calor, Meursault, resuelve volver sobre sus pasos. Caminando por la playa se encuentra con uno de los árabes, el del cuchillo, quien estaba tendido y lo mira, al parecer con una risa burlona.  Meursault, que estaba quieto, impelido por el intenso calor, decide dar un paso al frente, entonces el árabe saca el cuchillo y se lo señala. Esto, más el aire caliente, el sol y la transpiración, bastó para que el protagonista le descargara cinco tiros del revólver que portaba.
Luego lo encarcelaron, vinieron los interrogatorios, un largo proceso en que lo declararon culpable y lo condenaron a la pena capital. Lo que queda en la retina del lector es que la condena no fue tanto por el asesinato en sí, sino por la actitud del procesado quien siempre se mostró como impasible, indiferente, no arrepentido, entregado al devenir de los sucesos, como si todo diera lo mismo.


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