lunes, 24 de septiembre de 2018


1-    Coronación, José Donoso, chileno, Editorial Seix Barral, Nueva Narrativa Hispánica, 191 p.

Primera novela escrita por José Donoso en 1957, anteriormente había publicado libros de cuentos. Estructurada en tres partes y 22 capítulos. La primera parte se subtitula “El regalo” (capítulos 1 al 7); la segunda parte, “Ausencias” (capítulos 8 al 16) y la tercera parte “La coronación” (capítulos 17 al 22).
La historia está centrada en una vieja casa - un chalet, adornado con balcones, perillas y escalinatas, en medio de un vasto jardín húmedo con dos palmeras, una a cada lado de la entrada. - de una vieja familia burguesa del Santiago de Chile de los años cincuenta, aunque no están exentos otros espacios como el del barrio marginal o el lumpen en un contraste o contrapunto dramático. Allí vive una anciana nonagenaria, Misiá Elisa Grey de Ábalos, con sus dos también viejas criadas: Rosario y Lourdes. Andrés Ábalos, su nieto de cincuenta y tantos años, la visita periódicamente. Misiá Elisita, como la llaman las criadas, está por cumplir noventa y cuatro años y padece un tipo de demencia senil provocada, según el diagnóstico médico, por una arteriosclerosis cerebral, lo que la mantiene la mayor parte del tiempo en cama y con unos estados de irritabilidad que la hacen tratar mal a cuantos la rodean. Las criadas, que han vivido desde siempre con ella, la toleran a pesar de los insultos y las acusaciones de robo de la que son objeto. Muchas cuidadoras se fueron en cuanto escucharon sus improperios. La historia se inicia con la llegada de Estela, una muchacha campesina de 17 años, sobrina de Lourdes, quien tendrá a su cargo el cuidado de la enferma anciana. De allí en más se producirá un cambio en la tranquila, apacible y rutinaria vida de Andrés quien lleva una lucha interna entre dos posiciones frente a la vida: una, la que él ha sostenido y mantenido con su forma de ser, una posición no comprometida, una actitud de indiferencia ante las pasiones que mueven al mundo, una actitud de observador, tanto así que la manifestación de emociones y sentimientos no se las permite pues las considera vulgares. Según él, la religión, la filosofía, la política, la ciencia o cualquiera otra actividad en la que los seres humanos crean, son formas de autoengaño, formas de escamotear el terror  frente al absurdo de la existencia, frente a la muerte, frente a la nada. Es un abogado, pero no ejerce, porque tiene su vida económica resuelta debido a una herencia de sus padres y también porque no siente amor ni pasión por esa actividad. Su vida rutinaria se reduce a visitas al Club de la Unión, conversaciones intrascendentes con los “amigos”, la lectura de historia de Francia y como hobby coleccionar unos bastones conseguidos en casas de antigüedades. Por otro lado, está la posición contraria, aquélla que él no ha vivido, que no se ha permitido, la de vivir la vida con pasión, con sentido, sea cual sea éste sentido, de allí su soltería y sus escasas y desapasionadas aventuras amorosas. Esta otra forma de asumir la vida la representa su amigo, el doctor Carlos Gros, quien está casado, tiene hijos, cree en la ciencia y no se niega a las pasiones propias de la naturaleza humana. La abuela tiene mucho que ver en todo este drama interior. Ella, en su locura, es una especie de subconsciente que revela aquellas zonas oscuras de Andrés que él se niega a reconocer. Ella ha captado que su nieto mira con deseo, contenido por cierto, relegado, pero deseo al fin y al cabo, a Estela y lo trata de viejo verde. Entre otras “verdades” le dice, textual, “…no eres más que un pobre solterón que no sirve para nada. ¿A ver, qué has hecho en toda tu vida que valga la pena, ah? A ver, dime. Dime, pues, si eres tan valiente. ¿Qué? Nada. Te lo pasas con tus estupideces de libros y tus bastones, y no has hecho nada, no sirves para nada. Eres un pobre solterón  inútil, nada más. Y eres malo, malo porque le tienes miedo a todo, y sobre todo a ti mismo…”


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