1- Coronación,
José Donoso, chileno, Editorial Seix Barral, Nueva Narrativa Hispánica, 191 p.
Primera novela
escrita por José Donoso en 1957, anteriormente había publicado libros de
cuentos. Estructurada en tres partes y 22 capítulos. La primera parte se
subtitula “El regalo” (capítulos 1 al 7); la segunda parte, “Ausencias”
(capítulos 8 al 16) y la tercera parte “La coronación” (capítulos 17 al 22).
La historia está
centrada en una vieja casa - un chalet, adornado con balcones, perillas y
escalinatas, en medio de un vasto jardín húmedo con dos palmeras, una a cada
lado de la entrada. - de una vieja familia burguesa del Santiago de Chile de
los años cincuenta, aunque no están exentos otros espacios como el del barrio
marginal o el lumpen en un contraste o contrapunto dramático. Allí vive una
anciana nonagenaria, Misiá Elisa Grey de Ábalos, con sus dos también viejas
criadas: Rosario y Lourdes. Andrés Ábalos, su nieto de cincuenta y tantos años,
la visita periódicamente. Misiá Elisita, como la llaman las criadas, está por
cumplir noventa y cuatro años y padece un tipo de demencia senil provocada,
según el diagnóstico médico, por una arteriosclerosis cerebral, lo que la
mantiene la mayor parte del tiempo en cama y con unos estados de irritabilidad
que la hacen tratar mal a cuantos la rodean. Las criadas, que han vivido desde
siempre con ella, la toleran a pesar de los insultos y las acusaciones de robo
de la que son objeto. Muchas cuidadoras se fueron en cuanto escucharon sus
improperios. La historia se inicia con la llegada de Estela, una muchacha
campesina de 17 años, sobrina de Lourdes, quien tendrá a su cargo el cuidado de
la enferma anciana. De allí en más se producirá un cambio en la tranquila,
apacible y rutinaria vida de Andrés quien lleva una lucha interna entre dos
posiciones frente a la vida: una, la que él ha sostenido y mantenido con su
forma de ser, una posición no comprometida, una actitud de indiferencia ante
las pasiones que mueven al mundo, una actitud de observador, tanto así que la
manifestación de emociones y sentimientos no se las permite pues las considera
vulgares. Según él, la religión, la filosofía, la política, la ciencia o
cualquiera otra actividad en la que los seres humanos crean, son formas de
autoengaño, formas de escamotear el terror frente al absurdo de la existencia, frente a
la muerte, frente a la nada. Es un abogado, pero no ejerce, porque tiene su
vida económica resuelta debido a una herencia de sus padres y también porque no
siente amor ni pasión por esa actividad. Su vida rutinaria se reduce a visitas
al Club de la Unión, conversaciones intrascendentes con los “amigos”, la
lectura de historia de Francia y como hobby coleccionar unos bastones
conseguidos en casas de antigüedades. Por otro lado, está la posición
contraria, aquélla que él no ha vivido, que no se ha permitido, la de vivir la
vida con pasión, con sentido, sea cual sea éste sentido, de allí su soltería y
sus escasas y desapasionadas aventuras amorosas. Esta otra forma de asumir la
vida la representa su amigo, el doctor Carlos Gros, quien está casado, tiene
hijos, cree en la ciencia y no se niega a las pasiones propias de la naturaleza
humana. La abuela tiene mucho que ver en todo este drama interior. Ella, en su
locura, es una especie de subconsciente que revela aquellas zonas oscuras de
Andrés que él se niega a reconocer. Ella ha captado que su nieto mira con
deseo, contenido por cierto, relegado, pero deseo al fin y al cabo, a Estela y
lo trata de viejo verde. Entre otras “verdades” le dice, textual, “…no eres más
que un pobre solterón que no sirve para nada. ¿A ver, qué has hecho en toda tu
vida que valga la pena, ah? A ver, dime. Dime, pues, si eres tan valiente.
¿Qué? Nada. Te lo pasas con tus estupideces de libros y tus bastones, y no has
hecho nada, no sirves para nada. Eres un pobre solterón inútil, nada más. Y eres malo, malo porque le
tienes miedo a todo, y sobre todo a ti mismo…”
No hay comentarios:
Publicar un comentario