ENSAYO SOBRE UNA CONFERENCIA DE
BORGES QUE TRATA DE LA DIVINA COMEDIA
Es de público
conocimiento-en el mundo de la intelectualidad- que La Divina Comedia es una
obra literaria escrita por el poeta florentino Dante Alighieri entre 1307 y
1321, año de su muerte. Lo que no es tan público es la lectura de dicha obra y
menos su conocimiento cabal. La Comedia-como se le llamó inicialmente- es un
gran poema narrativo escrito en toscano-lengua matriz del actual italiano-, en tercetos,
estructurado en cien cantos, divididos en tres partes: el Infierno, el
Purgatorio y el Paraíso. En términos generales se trata de un viaje, el viaje
que realiza el personaje central, Dante, por la montaña inversa del Infierno,
las terrazas del Purgatorio y por los cielos concéntricos del Paraíso.
Jorge Luis Borges,
notable escritor argentino (1899-1986), en una conferencia llamada “La Divina Comedia”
dictada en el teatro Coliseo de Buenos Aires, el primero de junio de 1977 en el
marco de una serie de otras conferencias
suyas, que después fue publicada en el libro Siete noches (1980) y
posteriormente en el tercer tomo de sus Obras Completas (p.p. 239-256), invita
a leer esa obra que él califica cumbre de la literatura universal. Entre otros
epítetos, dice de la Comedia que es una
obra intensa, sujeta a múltiples interpretaciones, traspasada de emoción, llena
de ternuras, delicadezas y delicias. En este ensayo me propongo demostrar que
los calificativos que Borges atribuye a la Divina comedia- y que sin duda son
su esencia- también están presentes en su admirable conferencia. De alguna
manera me propongo proyectar esa luz, esa intensa emoción que late durante toda
la conferencia o al menos la sombra de esa luz, lo que ya sería bastante.
Borges inicia su
diálogo- digo que es un diálogo porque su estilo es conversacional- citando una
frase de Paul Claudel en la que señala que el mundo después de la muerte no se
parecerá en nada al descrito por Dante en su infierno, purgatorio y paraíso.
Borges dice que esta es una frase curiosa y que se puede comentar de dos modos:
primero, nos habla de que la intensidad es tal en la Divina comedia que el
lector tiende a creer que todo lo allí descrito es verdad, el lector cree que
Dante se imagina así el ultramundo (lo que en crítica literaria se llama
verosimilitud). Segundo, la idea de una interpretación literal puede ser
refutada por varios testimonios, entre ellos, el propio hijo de Dante habría dicho que su padre escribió la obra para
exponer la vida de los pecadores bajo la forma del Infierno, la vida de los
penitentes bajo la forma del Purgatorio y la vida de los justos en la forma del
Paraíso. El mismo Dante habría expresado que su Comedia se podía leer de cuatro
formas, entre ellas la literal y la alegórica. En la alegórica, Dante
representa al hombre, Virgilio a la razón y Beatriz a la fe. Aquí aparece una
de las primeras características del texto: sus múltiples interpretaciones.
Sea como sea,
Borges señala la conveniencia de entregarse a la lectura de la Comedia en una
forma ingenua, como si estuviésemos leyendo un relato verídico. Agrega de sí
mismo que es un lector hedónico, es decir, que lee libros por la emoción
estética que le deparan. Luego se refiere a lo que él llama su comercio
personal con la Comedia, nos cuenta cómo la leyó por primera vez y después
muchas veces en diferentes ediciones y que después se dio a la tarea de leer y
distraerse con los múltiples comentarios y en ellos pudo constatar, por
ejemplo, que en las ediciones más antiguas abundan los comentarios teológicos,
en las del siglo XIX, los históricos y en las actuales los comentarios
estéticos que destacan la acentuación de cada verso, según él, máxima virtud de
Dante. Reitera que en la Comedia “la entonación y la pronunciación son lo
principal, cada frase debe ser leída y es leída en voz alta…Un verso bueno no
permite que se lo lea en voz baja o en silencio. El verso exige la
pronunciación. El verso siempre recuerda que fue un arte oral antes de ser un
arte escrito, recuerda que fue un canto”. Prosigo la cita porque lo que dice a
continuación es memorable, no se puede traducir ni sintetizar: “Hay dos frases
que lo confirman. Una es la de Homero o la de los griegos que llamamos Homero,
que dice en la Odisea: “los dioses tejen desventuras para los hombres para que
las generaciones venideras tengan algo que cantar”. La otra, muy posterior, es
de Mallarmé y repite lo que dijo Homero menos bellamente: “Tout aboutit en un
livre”, “todo para en un libro”. Aquí tenemos las dos diferencias; los griegos
hablan de generaciones que cantan, Mallarmé habla de un objeto, de una cosa entre
las cosas, un libro. Pero la idea es la misma, la idea de que nosotros estamos
hechos para el arte, estamos hechos para la memoria, estamos hechos para la
poesía o posiblemente estamos hechos para el olvido. Pero algo queda y ese algo
es la historia o la poesía, que no son esencialmente distintas”.
Otra
característica que observa Borges es la intensidad, según él y otros críticos,
la más notable de Dante. Esa intensidad no decae (y esto pareciera un milagro
dice) en los cien cantos que componen el poema, salvo en algunos pasajes del
paraíso “que para el poeta fueron luz y para nosotros sombra”. Luego hace una
analogía con Macbeth de Shakespeare donde nunca se afloja la intensidad.
Otro rasgo es la
delicadeza de Dante. Se olvida, dice, que la obra está llena de delicias, de
deleites y de ternuras, por ejemplo: Dante usa al cubo o la forma del cubo como
metáfora del hombre que debe soportar las desventuras: “buon tetrágono a i
colpe di fortuna”; el hombre es un buen tetrágono, un cubo. Otro: “…la curiosa
metáfora de la flecha. Dante quiere hacernos sentir la velocidad de la flecha
que deja el arco y da en el blanco. Nos dice que se clava en el blanco y que
sale del arco y que deja la cuerda; invierte el principio y el fin para mostrar
cuán rápidamente ocurren esas cosas”. Recuerda particularmente un verso que
siempre está en su memoria, uno del primer canto del purgatorio-cuando Dante ya
ha salido de la suciedad, la tristeza y el horror del infierno: “Dolce color d’oriëntal
zafiro” que es como un juego de espejos, “ya que el Oriente se explica por el
color del zafiro y ese zafiro es un “zafiro oriental”, un zafiro que está
cargado de la riqueza de la palabra “oriental”; está lleno, digamos, de Las mil
y una noches…” Recuerda también el verso final del canto V del infierno: “E
caddi come corpo morto cadi (y cae como cae un cuerpo muerto) y se pregunta
¿Por qué retumba la caída? La caída retumba por la repetición de la palabra
“cae”.
Afirma que la
Comedia está llena de felicidades de ese tipo, pero lo que la mantiene es el
hecho de ser narrativa. Aquí, después de una breve digresión sobre el origen
épico de la poesía, nos invita a adentrarnos en el relato de un modo mágico,
pues Dante no es un escritor incrédulo que se dirija a lectores incrédulos.
Borges habla de una visión que tuvo el protagonista en la mitad de su vida (35
años). Después dice que no cree que Dante fuera un visionario, pues una visión
es breve y es imposible que sea tan larga como la Comedia. Luego aparentemente
se contradice porque, agrega, que la “visión” fue voluntaria y que por ello hay
que abandonarse a ella y leerla con fe poética. A este respecto se refiere al
contrato de verosimilitud entre autor y lector. El autor narra algo que cree y
el lector suspende su incredulidad para creer en ese mundo presentado. Es lo
que pasa cuando presenciamos una obra de teatro o vemos una película: creemos
lo que allí pasa como si fuera real.
Borges dice que
conocemos a Dante porque la obra está escrita en primera persona, es decir, él
se instala como personaje de su obra, no como testigo sino como protagonista.
Este sería un rasgo novedoso para la época. De aquí en adelante se referirá a
los personajes de la Comedia que para él son tres (la tríada) los centrales:
Dante, Virgilio y La Divinidad. Los demás serían episódicos, pero más que eso,
eternos. De Dante, de Dante como personaje, señala: “Todas las cosas no sólo
son vistas por él, sino que él toma parte. Esa parte no siempre está de acuerdo
con lo que describe y es lo que suele olvidarse. Vemos a Dante aterrado por el
Infierno; tiene que estar aterrado no porque fuera cobarde sino porque es
necesario que esté aterrado para que creamos en el Infierno. Dante está
aterrado, siente miedo, opina sobre las cosas. Sabemos lo que opina no por lo
que dice sino por lo poético, por la entonación, por la acentuación de su
lenguaje”.
El segundo
personaje, Virgilio, es presentado como un amigo. En este punto, Borges realiza una digresión sobre la amistad- típico
de su estilo-. Dice, por ejemplo, que la amistad es un tema recurrente en la
literatura y cita a algunos amigos famosos: Don Quijote y Sancho, Fierro y Cruz.
Virgilio, el poeta latino, el autor de la Eneida, la sombra del poeta, es un
amigo de Dante, pero más que eso es su guía, un
maestro, un padre, hay una actitud filial. Pero a la vez Dante se siente
superior a Virgilio, pues se cree salvado. Al contrario, Virgilio es una figura
esencialmente triste, pues “se sabe condenado a habitar para siempre en el
“nobile castello” lleno de la ausencia de Dios…En cambio, a Dante le será
permitido ver a Dios, le será permitido comprender el universo”.
Borges señala
que según Carlyle (crítico y ensayista británico del siglo XIX) “hay dos
características de Dante. Desde luego hay más, pero dos son esenciales: la
ternura y el rigor (salvo que la ternura y el rigor no se contraponen, no son
opuestos). Por un lado, está la ternura humana de Dante… Por el otro lado está
el saber que somos habitantes de un mundo riguroso, que hay un orden. Ese orden
corresponde al Otro, al tercer interlocutor”. Ese Otro al que se refiere Borges
es el tercer personaje de la tríada, La Divinidad. Es decir, en Dante está la
ternura, la compasión; en el Otro, la rigurosidad de que se debe cumplir con el
orden establecido. A continuación, Borges recordará dos ejemplos de esa relación
entre lo tierno y lo riguroso. El primero es el episodio del canto V del
Infierno, el de Paolo y Francesca: “Dante y Virgilio llegan al segundo círculo
y ahí ven el remolino de almas y sienten el hedor del pecado, el hedor del
castigo. Hay circunstancias físicas desagradables. Por ejemplo, Minos que se
enrosca la cola para significar a qué círculo tienen que bajar los condenados. Eso es deliberadamente feo porque
se entiende que nada puede ser hermoso en el Infierno”. En ese círculo están
penando los lujuriosos. “Dante descubre la posibilidad de un diálogo con las
almas de los muertos y sentirá y juzgará a su modo”. Luego se desdice: “No, no
los juzgará: él sabe que no es el Juez, que el Juez es el Otro, un tercer interlocutor,
la Divinidad”. Dante sabe cómo han muerto ambos adúlteros, Paolo y Francesca,
los llama y ellos acuden. “Estamos ante dos réprobos y Dante los compara con
dos palomas llamadas por el deseo…Se acercan a él y Francesca, que es la única
que habla (Paolo no puede hacerlo), le agradece que los haya llamado y le dice
estas palabras patéticas: …”si fuese amigo el Rey del universo (dice Rey del
universo porque no puede decir Dios, ese nombre está vedado en el Infierno y en
el Purgatorio), le rogaríamos por tu paz, ya que tú te apiadas de nuestros
males”. Francesca cuenta su historia y la
cuenta dos veces. La primera la cuenta de un modo reservado, pero insiste en
que ella sigue estando enamorada de Paolo. El arrepentimiento está vedado en el
Infierno; ella sabe que ha pecado y sigue fiel a su pecado, lo que le da una
grandeza heroica. Sería terrible que se arrepintiera, que se quejara de lo
ocurrido. Francesca sabe que el castigo es justo, lo acepta y sigue amando a
Paolo…Dante tiene una curiosidad…A Dante no le interesa el adulterio, no le
interesa el modo como fueron descubiertos y ajusticiados: le interesa algo más
íntimo, y es saber cómo supieron que estaban enamorados, cómo se enamoraron,
cómo llegó el tiempo de los dulces suspiros. Hace la pregunta…Ella le refiere
que leían un día, para deleitarse, sobre Lancelote y cómo lo aquejaba el amor.
Estaban solos y no sospechaban nada. ¿Qué es lo que no sospechaban? No
sospechaban que estaban enamorados. Y estaban leyendo una historia de “La
matiere de Bretagne”, uno de esos libros que imaginaron los britanos en Francia
después de la invasión sajona. Esos libros que alimentaron la locura de Alonso
Quijano y que revelaron su amor culpable a Paolo y Francesca. Pues bien:
Francesca declara que a veces se ruborizaban, pero que hubo un momento, “quando
leggemmo il disiato riso”, “cuando leíamos la deseada sonrisa”, en que fue
besada por tal amante; éste que no se separará nunca de mí, la boca me besó,
“tutto tremante”. Hay algo que no dice Dante, que se siente a lo largo de todo
el episodio y que quizá le da su virtud. Con infinita piedad, Dante nos refiere
el destino de los dos amantes y sentimos que él envidia ese destino. Paolo y
Francesca están en el Infierno, él se salvará, pero ellos se han querido y él
no ha logrado el amor de la mujer que ama, de Beatriz. En esto hay una
jactancia también, y Dante tiene que sentirlo como algo terrible, porque él ya
está ausente de ella. En cambio, esos dos réprobos están juntos, no pueden
hablarse, giran en el negro remolino sin ninguna esperanza, ni siquiera nos
dice Dante la esperanza de que los sufrimientos cesen, pero están juntos.
Cuando ella habla, usa el “nosotros”: habla por los dos, otra forma de estar
juntos. Están juntos para la eternidad, comparten el Infierno y eso para Dante
tiene que haber sido una suerte de Paraíso. Sabemos que está muy emocionado.
Luego cae como un cuerpo muerto”. (“E caddi como corpo morto cade”).
Concluye el
comentario de este episodio señalando que se ha dicho que Dante es cruel con Francesca
al condenarla y que esto es ignorar al Tercer Personaje: “El dictamen de Dios
no siempre coincide con los sentimientos de Dante. Quienes no comprenden la
comedia dicen que Dante la escribió para vengarse de sus enemigos y premiar a
sus amigos. Nada más falso. Nietzsche dijo falsísimamente que Dante es la hiena
que versifica entre las tumbas. La hiena que versifica es una contradicción; por
otra parte, Dante no se goza con el dolor. Sabe que hay pecados imperdonables,
capitales. Para cada uno elige una persona que ha cometido ese pecado, pero que
en todo lo demás puede ser admirable o adorable. Francesca y Paolo son sólo
lujuriosos. No tienen otro pecado, pero uno basta para condenarlos”. Después se
refiere a la idea de Dios como indescifrable y la ejemplifica con la historia
del Job bíblico. Dice que Dios no necesita ser juzgado ni justificado, es una
categoría que está más allá del bien y el mal y que Dante no podía haber
coincidido con ese Dios que imagina si no se vería que es un Dios falso. En cambio,
“Dante tiene que aceptar a ese Dios como tiene que aceptar que Beatriz no lo
haya querido, que Florencia es infame, como tuvo que aceptar su destierro y su muerte en Rávena. Tiene que
aceptar el mal del mundo al mismo tiempo que tiene que adorar a ese Dios que no
entiende”. Por último se refiere a un personaje que falta en la Divina Comedia,
es el Jesús de los evangelios, que no podía estar por ser demasiado humano.
Llegamos al
segundo ejemplo de esa relación entre la ternura y el rigor. Es el episodio de
Ulises que se encuentra en el canto XXVI del Infierno. Para Borges es el más
alto de la Comedia y también el más enigmático y quizás el más intenso. Dante y
Virgilio “llegan a una hoya, creo que es la octava, la de los embaucadores…Ven
desde arriba los muchos fuegos y adentro de los fuegos, de las llamas, las
almas ocultas de los embaucadores: ocultas porque procedieron ocultando. Las
llamas se mueven y Dante está por caerse. Lo sostiene Virgilio, la palabra de
Virgilio. Se habla de quienes están dentro de esas llamas y Virgilio menciona
dos altos nombres, el de Ulises y el de Diomedes. Están ahí porque fraguaron
juntos la estratagema del caballo de Troya que permitió a los griegos entrar en
la ciudad sitiada. Ahí están Ulises y Diomedes y Dante quiere conocerlos. Le
dice a Virgilio su deseo de hablar con esas dos ilustres sombras antiguas, con
esos claros y grandes héroes antiguos. Virgilio aprueba su deseo, pero le pide
que lo deje hablar a él, ya que se trata de dos griegos soberbios…Dante ha
entrado en el juego, como nosotros entramos: Dante también está embaucado por
la Comedia. Piensa: éstos son claros héroes de la Antigüedad y yo no soy nadie,
un pobre hombre. ¿Por qué van a hacer caso de lo que yo les diga? Entonces
Virgilio les pide que cuenten cómo murieron y habla la voz del invisible
Ulises. Ulises no tiene rostro, está dentro de la llama. Aquí llegamos a lo
prodigioso, a una leyenda creada por Dante, una leyenda superior a cuanto
encierran la Odisea y la Eneida…Ulises deja a Penélope y llama a sus compañeros
y les dice que aunque son gente vieja y cansada, han atravesado con él miles de
peligros; les propone una empresa noble, la empresa de cruzar las Columnas de
Hércules y de cruzar el mar, de conocer el hemisferio austral, que, como se
creía entonces, era un hemisferio de agua; no se sabía que hubiera nadie allí.
Les dice que son hombres, que no son bestias; que han nacido para el coraje,
para el conocimiento; que han nacido para conocer y para comprender. Ellos lo
siguen y “hacen alas de sus remos”… Entonces navegan y dejan atrás a Ceuta y
Sevilla, entran por el alto mar abierto y doblan hacia la izquierda. Hacia la
izquierda, “sobre la izquierda”, significa el mal en la Comedia. Para ascender
por el Purgatorio se va por la derecha; para descender por el Infierno, por la
izquierda. Es decir, el lado “siniestro” es doble; dos palabras con lo mismo.
Luego se nos dice: “en la noche, ve todas las estrellas del otro hemisferio”-
nuestro hemisferio, el del Sur, cargado de estrellas-...Navegan durante cinco
meses y luego, al fin, ven tierra. Lo
que ven es una montaña parda por la distancia, una montaña más alta que ninguna
de las que habían visto. Ulises dice que la alegría se cambió en llanto, porque
de la tierra sopla un torbellino y la nave se hunde…Bueno, llegamos a este
momento terrible y preguntamos por qué ha sido castigado Ulises. Evidentemente
no lo fue por la treta del caballo, puesto que el momento culminante de su
vida, el que se refiere a Dante y el que se refiere a nosotros, es otro: es esa
empresa generosa, denodada, de querer conocer lo vedado, lo imposible. Nos
preguntamos por qué tiene tanta fuerza este canto… ¿A qué debe su carga trágica
este episodio? Creo que hay una explicación, -dice Borges- la única valedera, y
es esta: Dante sintió que Ulises, de algún modo, era él. No sé si lo sintió de
un modo consciente y poco importa. En algún terceto de la Comedia dice que a
nadie le está permitido saber cuáles son los juicios de la Providencia. No
podemos adelantarnos al juicio de la Providencia, nadie puede saber quién será
condenado y quién salvado. Pero él había osado adelantarse, por modo poético, a
ese juicio. Nos muestra condenados y nos muestra elegidos. Tenía que saber que
al hacer eso corría peligro; no podía ignorar que estaba anticipándose a la
indescifrable providencia de Dios. Por eso el personaje de Ulises tiene la
fuerza que tiene, porque Ulises es un espejo de Dante, porque Dante sintió que
acaso él merecería ser castigado. Es verdad que él había escrito el poema, pero
por sí o por no estaba infringiendo las misteriosas leyes de la noche, de Dios,
de la Divinidad”.
Finalmente,
Borges nos invita nuevamente- antes ya lo había hecho- a leer la Divina Comedia
de un modo ingenuo, nos dice que nadie tiene derecho a privarse de esa
felicidad. Después vendrán los comentarios y los análisis. Imitándolo puedo
decir, ¿Por qué negarse a la felicidad de leer a Borges, sus cuentos
fantásticos, sus poemas, sus reseñas, sus críticas, sus ensayos, sus
conferencias? En ésta late –todo el
tiempo- una intensa emoción. La profundidad intelectual, la agudeza en la
observación, la máxima filosófica, las delicadezas, las delicias y el sabor de su palabra no están ausentes. Y el rigor y la ternura, sin duda.
Excelente análisis y comentario de esta hermosa e instructiva conferencia o charla de Borges, siempre admirable. Me encanta la capacidad que tiene Borges para descubrir las sutilezas, o felicidades como llama el, de una obra, y mostrarnos esos detalles a nosotros con sus palabras precisas.
ResponderEliminarUn gran abrazo Peyeye, espero que siempre sigamos leyendo, descubriendo y compartiendo las felicidades que nos brinda la literatura y todas las artes hermanas.
Cristian Brown Godoy