1- Altazor
o el viaje en paracaídas, Vicente Huidobro, chileno, Compañía Iberoamericana de
Publicaciones S.A., Madrid, Barcelona, Buenos Aires, 1931, 117 páginas.
Altazor
es un gran poema, escrito por Vicente Huidobro entre 1919 y 1931, que consta de
un prefacio y siete cantos. Habitualmente se le considera como la culminación
de la tendencia literaria vanguardista llamada Creacionismo cuyo máximo
representante e impulsor es el mismo Vicente Huidobro. El creacionismo postula
la ruptura con la poesía tradicional y la creación de nuevas realidades, de
nuevos mundos a partir de imágenes poéticas renovadas. La poesía no debe
referirse a la realidad ni tratar de imitarla sino que debe tener sentido en sí
misma. El lenguaje es la materia prima de la poesía, por lo tanto este lenguaje
debe ser también original. Es así como el poeta creacionista inventa palabras
nuevas que no tienen un referente conocido, utiliza neologismos y metáforas originales.
Altazor es una palabra compuesta de alto y azor (ave de cetrería). A
continuación haremos una síntesis temática de cada parte de Altazor:
Prefacio:
El
hablante lírico se presenta como Altazor, una especie de ser interestelar, un
ángel caído que, provisto de un paracaídas, se lanza desde “una estrella y dos
golondrinas” hacia la tierra y hacia la muerte. Su caída es espacial, temporal,
metafísica, sicológica: la caída es hacia el fondo de sí mismo, una caída
introspectiva. En un momento de reposo, el hablante aprovecha de llenar con
profundos pensamientos las casillas de su tablero. Aquí se refiere a la poesía,
al poeta y su deber. Es una especie de manifiesto creacionista: “Los verdaderos
poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus
consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía”. También se define
como hombre, poeta y mago, un creador, un profeta, una especie de pequeño dios,
pero un dios que está destinado a desaparecer en la muerte. Temple de ánimo
presente en el prefacio es la sensación de soledad y el ansia de escapar de su
destino.
Canto I: El
Hombre
El tema
central de este canto es el dolor, la soledad y la angustia frente a la
conciencia de lo efímero de la existencia y las ansias de eternidad e infinitud:
“¿Por qué un día de repente sentiste el terror de ser? Y esa voz que te gritó
vives y no te ves vivir”. Lo único cierto es la muerte. Altazor anuncia la
suya: “Altazor morirás. Se secará tu voz y serás invisible”. En el canto hay
una contextualización de la época del poeta: 1919, Europa ha enterrado a sus
muertos. Se refiere al término de la Primera Guerra Mundial. El hablante
declara que el cristianismo ha muerto pues no ha solucionado nada y que surge
una nueva era en donde la esperanza, la única esperanza está en la clase obrera
(es una alusión a la incipiente Revolución Rusa).
Canto II: La
mujer
El objeto
lírico y tema a la vez es la mujer, una mujer idealizada, total. En ella el
hablante cumple sus anhelos de eternidad: “lejos de ti todo es mortal”, “hasta
pensar en ti tiene sabor a eternidad”.
Canto III: La
palabra y la poesía
El
hablante propone romper con la forma tradicional de hacer poesía. La lengua, su
instrumento, está muerta y hay que resucitarla. El poeta, el pequeño dios, es
el que debe realizar esa labor con la creación de imágenes y realidades nuevas.
Canto IV: El
tiempo
Aquí el
tema central es el paso del tiempo, que es rápido, y por ello la urgencia de
crear: “No hay tiempo que perder”. En consonancia con el canto anterior, el
hablante se da a la tarea de expresar imágenes. El ojo adquiere protagonismo,
pero no es un ojo común, es el ojo que al mismo tiempo de ver va creando la
realidad. El hablante insiste en que no hay tiempo que perder y reivindica la
alegría en el proceso de creación poética, que se transforma en un juego, un
juego de palabras a través de neologismos, por ejemplo, una golondrina es una
golonfina, una golontrina, una goloncima, una golochima, una golonclima, una
golonrima, etc.
Canto V: El
espacio
El
hablante dice que la poesía es un campo inexplorado, un espacio despoblado que
es preciso poblar “de miradas con semillas abiertas/de voces bajadas de la
eternidad/de juegos nocturnos y aerolitos de violín/de ruidos de rebaños sin
permiso”. En el canto anterior y en éste se ha desplegado toda la inventiva
poética del Creacionismo. La poesía es lúdica, es un juego de palabras: “El
horizonte es un rinoceronte/El mar un azar/El cielo un pañuelo/La llaga una
plaga/Un horizonte jugando a todo mar se sonaba con/el cielo después de las
siete plagas de Egipto/El rinoceronte navega sobre el azar/como el cometa en su
pañuelo lleno de plagas”. También juega con el molino de viento que es molino
de aliento, molino de cuento, molino de intento, molino de aumento, etc.
Altazor ha creado su propio paisaje.
Canto VI: El
delirio
Este
canto se contradice, en apariencia con los dos anteriores, pues la poesía y el
lenguaje han perdido su sentido. El hablante se expresa como un enajenado, en
forma incoherente, a través de oraciones y frases sueltas que ya no tienen
relación entre sí. No olvidemos que el hablante es un ser que va cayendo desde
el espacio exterior y que tiene conciencia de que va derecho a la muerte, pero
aprovecha el tiempo de esa caída para expresar sus congojas y su creatividad.
Aquí ya ha ingresado a la atmósfera terrestre y comienza a desintegrarse su ser
y también su lenguaje.
Canto VII: La
desintegración
En este
último canto sólo hay “palabras” sueltas e incomprensibles que luego se
transforman en sílabas y balbuceos para finalizar en sonidos vocálicos, los
últimos estertores del hablante. Éste y su lenguaje se han desintegrado
definitivamente. Se ha cumplido la profecía de Altazor: “…morirás y se secará
tu voz”.
Interpretación:
Después
de haber leído y analizado Altazor, se puede afirmar que el poema se inserta en
la tendencia del Creacionismo, sobre todo los cantos IV y V. Podemos constatar
que a través de las palabras se crean
realidades nuevas: “Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte”.
Pero igualmente podemos afirmar que el poema rompe con los límites del
Creacionismo: En los cantos VI y VII el lenguaje que es la materia prima del
poeta, ha perdido todo sentido, se ha desintegrado, ya no comunica, ya no sirve
para nada. Nada se puede crear.
El poema
Altazor puede tener múltiples lecturas, entre ellas, la literal que nos habla
de un paracaidista que desde el espacio exterior se lanza a la tierra hasta
ingresar a la atmósfera donde se desintegra culminando en su muerte.
Dentro de
otras posibilidades recogeremos aquí la interpretación alegórica. Altazor es
una alegoría del ser humano y su condición. Altazor es el Hombre; la caída es
el paso del Hombre por este mundo desde el nacimiento al destino inevitable que
es la muerte. La conciencia de esa condición provoca en el hablante un
sentimiento de rebeldía, un preguntarse para qué, un interrogarse sobre el
sentido de la existencia. Todo es fugaz, perecedero. Entonces surge el ansia
metafísica de inmortalidad, el anhelo de infinitud, lo que provoca la angustia
existencial del hablante ante la imposibilidad de tal anhelo. (Hay que
considerar que Vicente Huidobro es ateo y por ende Alatazor, su alter ego,
también lo es). En este contexto, la poesía y sus posibilidades de creación se
erigen como una tabla de salvación. (La mujer también, por eso su incorporación
en el canto II). De allí que el hablante sea hombre, poeta, mago, vidente,
dios. Ser dios le permite crear. La creación le da sentido a la vida. Pero como el poeta es
mortal lo que cree o invente también perecerá. Por eso en los cantos VI y VII
el hablante se desintegra junto con la palabra. El experimento creacionista ha
fracasado. No en su totalidad, algo nos ha quedado, nos ha quedado Altazor.